Un poco de Historia... y un poco de todo
   
  Un poco de Historia ...y un poco de todo
  Complementario. Defensa de los indios
 

1. Diario de a bordo. C. Colón

Sábado 13 de octubre

[...] Aceptaban todo lo que les presentábamos y, al mismo tiempo, nos daban todo lo que tenían, pero de todas formas me parecieron muy pobres.

Yo observaba con mucha atención para asegurarme si tenían oro y me di cuenta de que varios llevaban un pequeño aro en un agujero que se hace en la nariz. Llegué a saber por medio de signos que torneando su isla y navegando hacia el sur encontraríamos un lugar cuyo rey tenía grandes vasos de oro y una gran cantidad de este metal.

Martes, 23 de octubre

Quisiera hoy partir para la isla de Cuba, que creo que debe de ser Cípango [Japón], según las señas que da esta gente de su grandeza y riqueza. No quiero detenerme más aquí, pues veo que aquí no hay oro. Y, pues es cuestión de andar adonde haya trato grande, no hay razón para detenerse sino seguir y ver mucha tierra hasta topar con la que sea provechosa, aunque a mi entender ésta sea muy rica en especias.

 


Testamento de Isabel la Católica. Lienzo de E. Rosales

2. Isabel la Católica, noviembre de 1504

 Por cuanto, al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las islas y Tierra Firme del mar Océano, descubiertas y por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al papa Alejandro VI, de buena memoria, que nos hizo dicha concesión, de procurar inducir y traer los pueblos de ellas y convertirlos a nuestra Santa Fe católica, y enviar a las dichas islas y Tierra Firme prelados y religiosos y otras personas doctas y temerosas de Dios, para instruir los vecinos y moradores de ellas en la Fe católica y enseñarles y doctrinar buenas costumbres y poner en ello la diligencia debida, según más largamente en las cartas de dicha concesión se contiene, por ende suplico al rey mi señor afectuosamente, y encargo y mando a la dicha princesa mi hija y al dicho príncipe su marido, que así lo hagan y cumplan y que éste sea su principal fin y que en ello pongan mucha diligencia y no consientan den lugar que los indios, vecinos y moradores de las dichas Indias y Tierra Firme, ganadas y por ganar, reciban agravio alguno en sus personas y bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados y si algún agravio han recibido, lo remedien y provean por manera que no se exceda en cosa alguna lo que por las letras apostólicas de la dicha concesión nos es infundido y mandado.


3. Cartas de relación de Hernán Cortés

            El capitán le habló con el intérprete y le dijo que él no quería ni venía a hacerles mal alguno, sino a decirles que viniesen al conocimiento de nuestra santa fe y que supieran que teníamos por señores a los mayores príncipes del mundo, y que éstos obedecían a un mayor príncipe que él, y que lo que el dicho capitán Fernando Cortés les dijo que quería de ellos, no era otra cosa sino que los caciques e indios de aquella isla obedecieran también a vuestras altezas, y que haciéndolo así, serían muy favorecidos, y que haciendo esto no habría quien los enojase. Y el dicho cacique respondió que era contento de hacerlo así, y envió luego a llamar a los principales de la dicha isla (...) y en tanta manera se aseguraron que de allí a pocos días estaban los pueblos tan llenos de gente y tan poblados como antes, y andaban entre nosotros todos aquellos indios con tan poco temor, como si mucho tiempo hubieran tenido conversación con nosotros. (1519. Primera carta-relación)

 

4. Primer viaje alrededor del mundo. 1519-1522.

(…) Utilizan estos pueblos la piedra como nosotros el hierro, que no conocen. En cada una de esas embarcaciones se meten treinta o cuarenta hombres, bogan con palas como de panadería, y, tan negros y afeitados, parecen los remeros de la Laguna Estigia.

Se desenvuelven los hombres y las mujeres como entre nosotros; comen carne humana, la de sus enemigos, no por considerarla buena, sino por costumbre. Inició ésta –como ley de Talión- una anciana, quien tenía un solo hijo, que fue muerto por los de una tribu rival; pasados algunos días, los de la suya apresaron a uno de los de la que habían matado al hijo, y lo trajeron a donde se encontraba la vieja. Ella, viéndole y acordándose de su muerto, corrió hasta el muchacho como perra rabiosa, mordiéndole la espalda. Aquél, a poco, pudo huir, y mostró a los suyos la señal, como si lo fuese de que querían devorarlo. Cuando los suyos, más tarde, apresaron a alguno de los otros, se lo comieron; lo los parientes de los comidos a los de los que comieran: de lo cual nació la costumbre. No se lo comen de una vez: antes uno corta una rebanada para llevársela a su vivienda y ahumarla allí; y vuelve a los ocho días para llevarse otro pedacito que comer asado entre los demás manjares…, y siempre como memoria de sus enemigos.

(Primer Viaje alrededor del mundo. A. Pigafetta)

 

5. Leyes de Indias

 

Art. 4. Provee que cada quincena el encomendero realice un examen de los indios para comprobar lo que han aprendido; que más adelante les enseñe los Diez Mandamientos, los siete pecados capitales y los artículos de la Fe (...)

Art. 13. Provee que los indios están obligados a extraer el oro de las minas cinco meses al año; que al final de cada periodo descansen durante cuarenta días (…)

Art. 24. Prohíbe pegar o insultar al indio.

Art. 35. Limita el número de indios que pueda estar en posesión de una persona: no más de ciento cincuenta ni menos de cuarenta.

Leyes de Burgos (1512)


Conquista de Tenochtitlán por Hernán Cortés

 

Ya questábamos retraídos cerca de nuestros aposentos, tornó a sonar el atambor muy doloroso del Huichilobos, y otros muchos caracoles y cornetas, y otras como trompetas, y todo el sonido dellas espantable. Y mirábamos al alto cu en donde las tañían, y vimos que llevaban por fuerza, las gradas arriba, a nuestros compañeros que habían tomado en la derrota que dieron a Cortés, que los llevaban a sacrificar. Y desque ya los tuvieron arriba, en una placeta que se hacía en el adoratorio, vimos que a muchos dellos les ponían plumajes en las cabezas, y con unos como aventadores les hacían bailar delante del Huichilobos. Y desque habían bailado, luego les ponían despaldas, encima de unas piedras algo delgadas que tenían hechas para sacrificar, y con unos navajones de pedernal los aserraban por los pechos y les sacaban los corazones bullendo, y se los ofrecían a sus ídolos que allí presentes tenían, y los cuerpos, con los pies, dábanles por las gradas abajo otros indios carniceros que les cortaban brazos y pies. Y las caras desollaban, y las adobaban después como cuero de guantes, y con las barbas, las guardaban después para hacer fiestas en sus borracheras, y se comían las carnes de brazos y piernas con chimole, y las barrigas e pies echaban a los tigres e leones… (Bernal Díaz)

 
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