Alcalá Zamora sobre la etapa del Frente Popular
y
Manuel Azaña sobre los comienzos de la guerra civil
El 17 de enero de 1937 en la portada del Journal Genève, Niceto Alcalá- Zamora acusaba a los que habían
sido sus mejores amigos:
“A pesar de los esfuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco más, muy poco, de 200
actas, en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la minoría más importante, pero la mayoría se le
escapaba. Sin embargo, logró conquistarla consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los
escrúpulos de legalidad y de conciencia.
Primera etapa: Desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar al fin
del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, la que debería haber tenido lugar ante las
Juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el
Poder por medio de la violencia. Crisis: algunos Gobernadores Civiles dimitieron. A instigación de
dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas
localidades los resultados pudieron ser falsificados.
Segunda etapa: Conquistada la mayoría de este modo, fue fácilmente hacerla aplastante. Reforzada con
una extraña alianza con los reaccionarios vacos, el Frente Popular eligió la Comisión de validez de las
actas parlamentarias, la que procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas
provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos amigos vencidos.
Se expulsaron de las Cortes a varios diputados de las minorías. No se trataba solamente de una ciega
pasión sectaria; hacer de la Cámara una convención, aplastar a la oposición y sujetar al grupo menos
exaltado del Frente Popular. Desde el momento en que la mayoría de izquierdas pudiera prescindir de él,
este grupo no era sino el juguete de las peores locuras. Fue así que las Cortes prepararon dos golpes de
estado parlamentario. Con el primero, se declararon así mismas indisolubles durante la duración del
mandato presidencial. Con el segundo, me revocaron. El último obstáculo estaba descartado en el camino
de la anarquía y de todas las violencias de la guerra civil”.
Manuel Azaña
“... Cuando empezó la guerra, cada ciudad, cada provincia quiso hacer su guerra particular. Barcelona
quiso conquistar las Baleares y Aragón, para formar con la gloria de la conquista, como si operase sobre
territorio extranjero, la gran Cataluña. Vasconia quería conquistar Navarra; Oviedo, León; Málaga y
Almería quisieron conquistar Granada; Valencia, Teruel; Cartagena, Córdoba. Y así otros. Los diputados
iban al Ministerio de la Guerra a pedir un avión para su distrito, “que estaba muy abandonado”, como
antes pedían una estafeta o una escuela. ¡Y a veces se lo daban! En el fondo, provincianismo fatuo,
ignorancia, frivolidad de la mente española, sin excluir en ciertos casos doblez, codicia, deslealtad, cobarde
altanería delante del Estado inerme, inconsciencia, traición. La Generalidad se ha alzado con todo. El
improvisado gobierno vasco hace política internacional. En Valencia, comistrajos y enjunques de todos
conocidos, partearon un gobiernito. En Aragón surge otro, y en Santander, con ministro de Asuntos
Exteriores y todo. ¡Pues si es en el ejercito! Nadie quería rehacerlo, excepto unas cuantas personas, que no
fueron oídas. Cada partido, cada provincia, cada sindical, ha querido tener su ejército. En las columnas de
combatientes, los batallones de un grupo no congeniaban con los de otro, se hacían daño, se arrebataban
víveres, las municiones.....“
“En Valencia, todos los pueblos armados montaban grandes guardias, entorpecían el tránsito, consumían
paellas, pero los hombres con fusil no iban al frente cuando estaba a quinientos kilómetros. Se reservabanpara defender su tierra. Los catalanes en Aragón han hecho estragos. Peticiones de Aragón han llegado al
gobierno para que se lleve de allí las columnas catalanas. He oído decir a uno de los improvisados
representantes aragoneses que no estaba dispuesto a consentir que Aragón fuese “presa de guerra”.... En
los talleres, incluso en los de guerra, predominaba el espíritu sindical. Prieto ha hecho público que mientras
en Madrid no había aviones de caza, los obreros del taller de reparación de Los Alcázares se negaban a
prolongar la jornada y trabajar los domingos....Después del cañoneo sobre Elizalde, en Barcelona, no
quieren trabajar de noche. Valencia estuvo a punto de recibir a tiros al gobierno cuando se fue de Madrid.
Les molestaba su presencia porque temían que atrajese los bombardeos. Hasta entonces no habían sentido
la guerra. Reciben mal a los refugiados porque consumen víveres. No piensan que están en pie gracias a
Madrid.” (“Velada en Benicarló”, Azaña).