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  Apadrina un niño extremeño
 



 

Apadrina un niño extremeño


Uno de los problemas que generan los nacionalismos es que tienden a simplificar la realidad y a enfrentar a personas por el hecho de haber nacido en diferentes lugares, estableciendo ciudadanos de primera y segunda fila. Claro está, los suyos siempre son de primera. Hacen lo mismo con los territorios: los hay mejores y peores, con más y con menos derechos. Algunos de ellos hasta con “derechos históricos”. En definitiva, los nacionalistas tienen muy mala leche. Ahora lo vamos a ver.

 En las penúltimas elecciones generales, el nacionalista e independentista catalán Lluís Suñé, número uno de la coalición ICV-EUiA (integrante de Izquierda Unida en Cataluña), publicó en su blog el cartel que vemos arriba, en el que aparecen dos niños descalzos y con aspecto paupérrimo, instando a apadrinar ¡¡a un niño extremeño!!. Para más escarnio, incluyó el logotipo de UNICEF, como se hace en las campañas de ayuda al Tercer Mundo y la bandera de Extremadura. Suñé argumentó para justificar tamaña felonía que el motivo para lanzar dicha “campaña” es que “no les basta” (no nos basta) con que Cataluña aporte el 8,7% de su PIB para ayudar al resto de españoles.

 ¿Cómo hubiesen actuado los nacionalistas e independentistas catalanes si esos niños descalzos de la foto representasen a niños catalanes y apareciese sobre ellos la bandera catalana? ¿Cuántas banderas de España no habrían quemado?

 El problema de los nacionalismos y sus secuaces es que dicen, como mucho, medias verdades: “nosotros somos siempre las víctimas, tratados siempre injustamente, somos los que más pagamos, los que más trabajamos…” La parte que no les interesa, la silencian. Veamos algunos datos en el caso que nos afecta del cartelito:

 Desde que Felipe V suprimió en 1717 las aduanas interiores o puertos secos, permitiendo el comercio interior sin encarecer los productos con aranceles, una parte muy importante de las manufacturas fabricadas en Cataluña, han terminado vendiéndose en el resto de España.

 Más adelante, en el siglo XIX, la política proteccionista frente a la importación de productos industriales se elaboraba en gran medida en función de los intereses de la industria catalana, aunque ello fuese en detrimento de los precios –más caros respecto a los productos de importación- que debían pagar los ciudadanos de otras regiones por productos similares.

 Durante el Franquismo, tan denostado ahora por ellos, muchas de las grandes industrias nacionales, impulsadas por el Instituto Nacional de Industria y costeadas con el trabajo y los impuestos de todos los españoles, se instalaron en Cataluña: por citar dos ejemplos, conocidos por todos, la fábrica de automóviles SEAT o la de camiones PEGASO. Algo similar ocurría con la industria vasca.

 ¿A quién benefició especialmente esa política industrial y comercial que se ha aplicado en España durante siglos sino a Cataluña y País Vasco? Pero, la respuesta no parece interesar al honorable Lluís Suñé y a los nacionalistas.

 Esa política industrial y comercial, que favoreció el desarrollo de Cataluña y el País Vasco, impulsó al mismo tiempo el desarrollo financiero de ambas regiones. En esas regiones aparecerán grandes bancos y cajas de ahorros que, posteriormente, se expandirán al resto de España, recaudarán los ahorros del resto de españoles y realizarán préstamos cuyos beneficios terminarán enriqueciendo más a esas zonas. Por cualquier lugar de la geografía española podemos ver oficinas de La Caixa, Caixa Catalunya, Banco de Sabadell, etc. (en el caso vasco, Banco de Bilbao, Banco de Vizcaya, ahora fusionados en el BBVA, Banco Guipuzcoano, Caja de Ahorros de Guipúzcoa y San Sebastián, ahora denominada Kutxa…) Curiosamente, en esas oficinas bancarias repartidas por toda la geografía española debe ser el único lugar en el que los nacionalistas catalanes (y vascos) no exigen que se hable en catalán a los clientes…

 ¿Dónde terminan los beneficios que generan en el resto de Comunidades esos bancos y cajas de ahorros? Tampoco esta respuesta parece interesar a los nacionalistas.

 Además de lo anterior, desde los comienzos de la Transición, los nacionalistas catalanes y vascos han estado chantajeando al Gobierno Central, ofreciendo apoyo político a cambio de sustanciosas ayudas económicas. Incluso, la presión nacionalista, en el primer Gobierno de Rodríguez Zapatero, llegó al extremo de exigir el traslado de las Sedes Sociales de grandes empresas españolas de Madrid a Barcelona. De esta forma, el IVA que recaudasen esas multinacionales se quedaría en Cataluña y repercutiría en su mayor desarrollo. El chantaje llega hasta nuestros días, con el señor Artur Mas amenazando con retirar su apoyo político y convocar un referéndum independentista si no recibe más dinero.

 Pero, ¿Quién ayuda a quién? ¿Quién contribuye al desarrollo de quién? Vamos a verlo a través de un ejemplo.

 En un Centro Educativo de Extremadura, para un trabajo de Ciencias Sociales, cada uno de los 25 alumnos de un grupo de 3º de ESO hizo un listado con 50 productos de alimentación que encontrase en la despensa de su casa, incluyendo el lugar de procedencia. ¡Sorpresa! Cuando se agruparon los 1250 productos de todos los alumnos e hicieron estadísticas, ¿qué descubrieron? ¡En torno al 30% de los alimentos envasados que consumen en sus casas están elaborados y envasados en Cataluña! Lo mismo ocurrió con otros grupos de alumnos. El que dude, puede realizar la misma prueba en su domicilio.

 Las matemáticas no engañan. Si hay aproximadamente 1.080.000 extremeños (niños de la foto incluidos) y cada uno gasta al año ¿2000 €? en alimentación, si el 30% son productos envasados en Cataluña, ¿cuánto dinero dan los extremeños a la industria catalana? ¿cuántos puestos de trabajo se crean allí con ese dinero?

 Los resultados del pequeño trabajo de clase hubiesen sido sobrecogedores si, además, se hubiesen incluido productos de limpieza e higiene, coches (SEAT, AUDI…), televisores y electrodomésticos, maquinaria industrial, productos de importación, dinero en cuentas bancarias

 


¿Quién sale ganando en esa balanza comercial, catalanes o extremeños? Esta respuesta tampoco va a interesar a Lluís Suñé y sus colegas nacionalistas. Aunque alguien ha dado esa respuesta en clave de humor en la viñeta superior. Frente a un cartel, otro. Cartel por cartel.

 Tal vez la solución para equilibrar las balanzas comerciales y los niveles de paro entre comunidades pobres, como Extremadura, y otras ricas pase por PRACTICAR EL COMERCIO JUSTO. Si se compran productos del Tercer Mundo, para redistribuir la riqueza, ¿por qué no impulsar el consumo de productos de las Comunidades más pobres y con mayores tasas de paro? Un ejemplo, ¿cómo se explica que cadenas de supermercados instalados en Extremadura y que se enriquecen vendiendo a los extremeños, como los supermercados El Árbol, no tengan en sus estantes y expositores cavas o vinos extremeños (u otros productos de alimentación) y, en cambio, los tengan atestados con cavas, vinos y espumosos catalanes. ¿Actuarían con el mismo descaro si tuviesen el supermercado en Cataluña, sin exponer ningún producto de aquellas tierras? ¿se callarían y lo consentirían los catalanes?

 La solución a estos desequilibrios comienza por cada uno, PRACTICANDO EL COMERCIO JUSTO PARA REDISTRIBUIR LA RIQUEZA (o la pobreza). Entonces, seguro que Lluís Suñé y sus acólitos no tendrán que destinar su 8,7% del PIB catalán a los niños extremeños y no tendrán motivos para quejarse.

Un ejemplo: en la década de 1980 un empresario extremeño comenzó a producir cava extremeño con una tirada insignificante de 87.000 botellas al año, cuando Cataluña producía unos 100 millones. Ahora, a finales de 2017, el cava extremeño llegará a vender ¡6 millones de botellas! Es decir, ha multiplicado su producción por 69, generando con ello puestos de trabajo y riqueza en la Comunidad de Extremadura, que suele ocupar los puestos de cola entre las regiones de España en lo que a desarrollo económico se refiere. En la actualidad, el cava extremeño es un referente de calidad no sólo en España sino también en el exterior.


 

 
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