Tras analizar la actitud de algunos de los protagonistas del conflicto palestino-israelí, podríamos extraer algunas conclusiones:
El hecho de que se hable, por parte de algunos sectores sindicales, políticos y artísticos sólo de uno o dos conflictos bélicos en el mundo actual, dejan entrever el trasfondo ideológico, más que humanitario: no preocupan tanto las personas, las víctimas, otras víctimas de conflictos mucho más sangrantes, como el triunfo de uno de los dos bandos sobre el otro, dentro de un tablero mundial en el que se juega una gran partida contra Occidente y Estados Unidos.
Hasta la fecha, Occidente y Estados Unidos, son las regiones del Planeta en donde mayores cotas de libertad individual y derechos de la persona (y, en especial, de las mujeres) se han logrado, aunque aún quede bastante camino por recorrer. La derrota de Occidente supondrá, sin duda, un retroceso en el respeto a los derechos humanos y el triunfo de fundamentalismos religiosos (islamismo) y políticos (totalitarismos de Estado).
La derrota de Israel o el “triunfo de Palestina” no necesariamente supondrá una mejora para los ciudadanos palestinos. La introducción en diciembre por el Consejo Legislativo Palestino (controlado por Hamás) en el código civil palestino de la crucifixión (reservada a los enemigos del islam, es decir, a cualquier occidental) y de la sharia, que incluye pena de muerte, flagelación y amputación de manos no presenta un futuro muy esperanzador para los palestinos. Muchos palestinos podrán terminar siendo víctimas de compatriotas suyos, mucho más intransigentes, incluso, que los israelíes.
¿En qué dirección pueden apuntar las soluciones a este conflicto?
En Enero de 2009, monseñor Tomasi, observador permanente de la Santa Sede en la ONU, pidió a la comunidad internacional que “intervenga activamente” para detener el conflicto de Gaza, ya que “es evidente que las partes no son capaces de salir de este círculo vicioso de violencia sin la ayuda de la comunidad internacional”. Dicha intervención consistiría en “cumplir con sus responsabilidades interviniendo activamente para detener el derramamiento de sangre, para facilitar el acceso de asistencia humanitaria de emergencia, y poner fin a toda forma de enfrentamiento”.
Por otra parte, el observador permanente de la Santa Sede expresó con palabras de Benedicto XVI la condena de la Iglesia de toda violencia “venda de donde venga y sea cual sea la forma que adopte”, y aseguró su solidaridad “tanto con el pueblo de Gaza, que está muriendo y sufriendo” como con “el pueblo de Sderot, Ashkelon y otras ciudades israelíes que están viviendo bajo el terror constante de ataques con cohetes”.
La comunidad internacional, añadió, "debe seguir participando en la eliminación de las causas profundas del conflicto, que sólo puede resolverse en el marco de una solución duradera del más grande conflicto palestino-israelí, sobre la base de las resoluciones internacionales aprobadas a lo largo de los años".
Y añadió que “la continuación del derramamiento de sangre y la violencia no conducirá a la paz y la justicia, sino que alimentará más el odio y la hostilidad y, por tanto, un continuo enfrentamiento entre los dos pueblos".
Monseñor Tomasi aludió al llamamiento de los líderes religiosos "a ambas partes para que recobren el sentido y refrenen los actos de violencia, que sólo traerán la destrucción y la tragedia", y a que trabajen por resolver sus diferencias por medios pacíficos y no violentos.
Un europeo con experiencia en el conflicto de El Congo afirmaba que “la paz no se propone, se impone”.
Podemos terminar con una cita de Benedicto XVI: “En Tierra Santa hay espacio para todos”.