Un poco de Historia... y un poco de todo
   
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  Tienanmen y el Prisionero del Estado
 
 

Tien-An-Men

y el

Prisionero del Estado

 

En la misma plaza en la que Mao Tse Tung proclamó en 1949 la República Popular China, en la Plaza de Tien-An-Men, a las puertas de la Ciudad Prohibida de lo que desde los pasados Juegos Olímpicos conocemos como Beijing (antes Pekín), se inició hace tan sólo veinte años, el 19 de mayo de 1989, una pequeña revolución, pequeña porque fue aplastada por la fuerza y no tuvo tiempo para llegar a más.


Por estas mismas fechas de aquel 1989 el mundo permanecía expectante ante lo que estaba ocurriendo en China. A lo largo de varias semanas, miles de estudiantes, obreros, intelectuales y trabajadores de todo tipo se concentraron en la Plaza de Tien-An-Men, a la vez que diversas manifestaciones recorrieron el país exigiendo reformas y libertades. El Gobierno chino, que en un principio pareció dispuesto a negociar, se cerró en banda ante las demandas de libertad para crear nuevos partidos políticos –diferentes al Partido Comunista, que es el único que se arroga el derecho a realizar revoluciones, sus revoluciones. A partir de ese momento, las protestas fueron consideradas como disturbios.


Tres mil personas se pusieron en huelga de hambre exigiendo una apertura política (Transición lo llamaríamos en España).


Unos cuatro millones de chinos (Vídeo) participaron en las protestas hasta que el 20 de mayo el Gobierno comunista declaró la ley marcial y sacó al ejército –tanques incluidos- a la calle. Se calcula que en torno a un millón de personas increparon en las calles en Beijing –antes Pekín- a los militares que se preparaban para actuar contra su pueblo (Vídeo).


En contra de las esperanzas de apertura política que se habían despertado en todo el mundo, en la noche del 3 de junio de 1989 las tropas del 27 Ejército (Vídeo) entraron en la Plaza de Tien-An-Men. A partir de ahí, se desconoce el número exacto de víctimas aunque se estima que pudieron ser entre 180 y 3000 los muertos en esa Plaza y las calles próximas, la mayor parte de los asesinados fueron probablemente estudiantes.

Como siempre, la Historia la hacen y la escriben personas concretas que con sus actos y decisiones también concretas pueden cambiar, en la mayoría de los casos de forma imperceptible, su rumbo para bien o para mal. En estos acontecimientos, podríamos fijarnos en dos protagonistas.

El primero, el estudiante que se atrevió a enfrentarse indefenso a los tanques. Algunos afirman que era un estudiante de 19 años, llamado Wang Weilin o Wang Ai-min. Varios periodistas pudieron observar y grabar cómo este joven con una chaqueta en la mano y una bolsa de la compra en la otra, se puso delante de los tanques y logró que detuvieran su avance por la avenida. Acto seguido, se subió al tanque que encabezaba la columna e intercambió varias frases con un soldado, hasta que varios hombres vestidos de paisano lo detuvieron y se lo llevaron. Muchos piensan que fue ejecutado poco tiempo después. Otros, más optimistas, afirman que continúa vivo, oculto en Taiwán o China continental. Jiang Zemin –nombrado Secretario General del Partido Comunista Chino tras los acontecimientos de 1989- declaró en una entrevista en 1990: “Creo que nunca se le mató”. Si no lo sabe el Jefe del Gobierno Chino, entonces ¿quién lo va a saber?.


El segundo protagonista de esta Historia es Zhao Ziyang (1919-2005).  Siendo hijo de un rico terrateniente, se afilió al Partido Comunista Chino al terminar sus estudios en el Instituto.  Ascendió a Secretario General del Partido Comunista Chino cuando las manifestaciones estudiantiles obligaron a dimitir a Hu Yaobang. Desde ese cargo, Zhao Ziyang impulsó medidas liberalizadoras de la economía china, y pasó a ser un símbolo del aperturismo económico de ese gran país oriental. En ese momento Zhao había alcanzado la cima de su carrera política.

Sin embargo, las manifestaciones estudiantiles de Tien-An-Men y su extensión a otras ciudades hicieron surgir serias diferencias y divisiones en el seno del Comité Central de Partido Comunista Chino. Zhao y sus seguidores eran partidarios de atender las peticiones de los jóvenes manifestantes –luchar contra la corrupción, regenerar el sistema comunista y conceder la libertad de prensa-, mientras que Li Peng y los suyos defendían el uso de la fuerza para terminar con las protestas. Zhao fue acusado en el Diario del Pueblo de <<contrarrevolucionario>> y <<anticomunista>> (¡qué delitos!). Zhao se reunió con los jóvenes y les recomendó con lágrimas en los ojos: <<Volved a casa y no sacrifiquéis vuestras jóvenes vidas>>. Los jóvenes  –que no entienden que no se les entiendan sus ganas de reforma y libertad- continuaron en sus protestas. Tras la masacre que tuvo lugar los días 3 y 4 de junio, Zhao fue obligado a dimitir de todos sus cargos en el Partido y el Gobierno y fue puesto bajo arresto domiciliario durante los dieciséis años restantes de su vida por oponerse a la ley marcial y mostrar su apoyo al movimiento estudiantil. Sin permiso para salir, ni para recibir visitas.


El nombre de Zhao Ziyang volvió a la actualidad cuando, tras la muerte de Deng Xiaoping en febrero de 1997, se le prohibió participar en los funerales del que había sido su protector. Murió en su domicilio el 17 de enero de 2005. Nadie había vuelto a verlo y en Occidente nos olvidamos de él. A pesar de todo, con gran prudencia, los suyos introdujeron una grabadora en su casa-prisión y fueron sacando durante quince años fragmentos de su vida. En Hong Kong ya se ha agotado la primera edición en inglés de Prisionero del Estado. El diario secreto del primer ministro Zhao Ziyang (habrá que ir reservando un ejemplar de su edición española). Algunos retazos que se han publicado nos permiten entrever la situación: Refiriéndose a los estudiantes: <<Traté de explicar en aquel momento que la mayoría de ellos nos pedía que corrigiéramos nuestras imperfecciones, que no pretendían derrocar el régimen>>. <<Bajamos a la plaza demasiado tarde>> <<Pero me prometí que, pasara lo que pasase, jamás aceptaría ser el secretario general de un partido que movilizara al ejército contra los estudiantes>>. En la noche del 3 de junio, <<yo estaba sentado en el jardín de mi casa junto a mi familia. Escuché las descargas. La tragedia que iba a conmover al mundo no había sido evitada>>. En su libro, Zhao aboga no sólo por <<implantar una economía de mercado, sino también un sistema político basado en la democracia parlamentaria>>. Por esas ideas pasó recluido el resto de su vida.

La heroica y tal vez imprudente acción del estudiante ¿Wang Weilin? ha mostrado a nuestro ingenuo mundo occidental de qué es capaz un sistema totalitario como el comunista, que aplasta a cualquier ciudadano que pacíficamente se oponga a su dominio. A partir de ese momento, nadie puede excusarse afirmando ignorar lo que sucede en China, si bien, no habría hecho falta esperar a que ocurriese esa masacre para entender la brutalidad de una dictadura de ese tipo, que en occidente ha sido vista hasta no hace mucho con simpatía por sectores “intelectuales progresistas”, que mientras tanto acusaban a Estados Unidos de ser la bestia negra culpable de todos los males del planeta.


No se hubiesen necesitado los sucesos de Tien-An-Men para comprender qué es un sistema totalitario. Los tuvimos más cerca de nosotros. Tad Szulc nos cuenta, por su parte, qué ocurría en la Polonia comunista de 1956:

<<Estaba en Cracovia el 28 de junio cuando los trabajadores se amotinaron en Poznan, la ciudad industrial del oeste del país, y chocaron con las fuerzas de seguridad en lo que fue el mayor enfrentamiento con el régimen desde la subida de éste al poder. Miles de trabajadores exigieron aumentos salariales y mejores condiciones de vida y marcharon sobre la plaza de la Libertad cantando canciones patrióticas e himnos religiosos.

La policía y el ejército lucharon contra la multitud enfurecida durante tres días de rebelión e hicieron fuego contra los amotinados. Hubo en total cincuenta y cuatro muertos y más de doscientos heridos. Las fuerzas de seguridad <<populares>> polacas nunca habían matado a trabajadores polacos y Polonia jamás volvería a ser la misma.

(...) súbitamente quedó en entredicho todo el concepto de la dominación comunista. Y esto, desde luego, significaba, desafiar la fuerza armada de la Unión Soviética>>

Parece ser la que misma Unión Soviética que pretendía por aquella década “liberar” a España del Franquismo estaba llevando a cabo una brutal represión sobre los obreros y clases populares tras el Telón de Acero. Pero de eso no hablaba en Occidente ni los “intelectuales” ni la clase política.

Tien-An-Men no es el primer caso en el que un régimen comunista saca los carros de combate a la calle para dominar rebeliones de su propio pueblo. Octubre de 1956, Budapest (Hungría), nos cuenta el mismo Tad Szulc:

<<Aquel mismo día el cardenal Mindszenty fue sacado de una cárcel comunista de Budapest por los rebeldes anticomunistas que se habían apoderado de la capital de Hungría. Pero, a diferencia de en el caso de Polonia, Jruschof no se echó atrás y los carros soviéticos ahogaron la rebelión en sangre. El 4 de noviembre Mindszenty se refugió en la legación norteamericana, donde permanecería quince años>>.


No es la primera vez que el comunismo muestra su verdadero rostro sacando los tanques a la calle para reprimir los anhelos de libertad.

La represión comunista en Hungría se cobró la vida de 2700 personas. Durante los tres años siguientes, cerca de 300 hombres y mujeres que participaron en la revolución popular fueron ejecutados, otras 22000 personas fueron encarceladas y 16000 recluidas en campos de concentración. Doscientos mil húngaros tuvieron que huir del país.

En este caso, ante las exigencias soviéticas de reprimir el levantamiento, el comunista húngaro Janos Kadar objetó que “la represión del levantamiento con el uso de la violencia armada implicaría un derramamiento de sangre” pero, finalmente, se plegó a las presiones y se puso del bando de los represores.

La Historia la hacen y la escriben personas concretas. Cada uno debe decidir de qué lado está. En Tien-An-Men, tanto el estudiante desconocido como Zhao Ziyang eligieron la defensa de la dignidad y los derechos y libertades de las personas. Aquel estudiante chino ha mostrado al mundo el verdadero rostro del comunismo. Aunque Janos Kadar en Hungría parecía pensar de forma similar, después se convirtió en cómplice de la represión de su pueblo que sufrió un régimen opresor y estuvo sometido a la Unión Soviética durante 32 años. Pero, como siempre, la Historia termina poniendo a cada uno en su lugar, al final hasta de la mayor dictadura se termina conociendo la verdad. Es cuestión de tiempo.

Mientras tanto, los juegos olímpicos de 2008 han mostrado que Occidente sigue en la misma línea. Europa parece haber dejado de ser la guardiana de la democracia. La represión por parte de China en el Tíbet (¿cuántos murieron?, tampoco se sabe) no impidió la celebración de los Juegos Olímpicos de 2008, los gobiernos occidentales prefirieron mirar para otro lado, la clase política –salvo honrosas excepciones- no se mojó, y todos terminaron alabando la magnífica organización. Al terminar los Juegos, cuando los deportistas abandonaron China, volvió a caer un nuevo Telón de Acero, donde faltan los derechos humanos básicos (expresión, creencias, participación política…). Sin embargo, seguimos culpando de todos los males del planeta a Estados Unidos (en tregua ahora, hasta ver qué hace Obama), a Occidente, a Israel, a la derecha, a los fascistas, a Guantánamo…

A partir de ahí, podríamos preguntarnos ¿Por qué algún conocido juez no actúa de forma tan diligente en el caso de Tian-An-Men (o el más reciente del Tíbet), como en otros (léase Guantánamo, dictaduras tercermundistas, Israel…) y más, si tenemos en cuenta que hay documentación gráfica que todo el mundo pudo ver en televisión y prensa? ¿Por qué el cine occidental y, en concreto, el español -tan subvencionado con el dinero público- no trabaja guiones en esa línea de denuncia y sólo toca los manidos temas de siempre? Salvo muy honrosas y valientes excepciones -Katyn- el resto es más de lo mismo (nazismo, fascismo, dictaduras...que pasaron a la Historia pero ya no suponen ningún peligro) e incluso recientes estrenos glorifican la figura del Ché, uno que en España hubiese podido pasar por etarra. Para ciertos sectores, unas dictaduras son más justificables que otras.

 
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