Un poco de Historia... y un poco de todo
   
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  Un adolescente en la retaguardia
 




Un adolescente en la retaguardia

Memorias de la guerra civil (1936-1939)

Plácido Mª Gil Imirizaldu

Ed. Encuentro. Madrid, 2006

 

 La lectura de Los quintos del pelargón, de Francisco Gragera, nos puede ayudar -a través de las cartas que escribió a su madre- a conocer cómo era la vida de un adolescente durante la guerra civil española en la retaguardia extremeña del bando nacional y en diversos frentes de guerra por los que pasó el protagonista: la Serena, el frente del Norte, Levante o el frente ruso, con la División Azul.

Pero, ¿cómo vivieron aquella época otros adolescentes a los que la guerra civil sorprendió en la zona republicana, en el frente de guerra navarro-aragonés?

<<Se me ocurrió pensar, hace ya muchos años, que una aventura tan dramática y de una belleza tan luminosa no podía perderse. Insistí e insistí e insistí en que la escribiera. Nunca me hizo caso; en el afán de cada día era demasiado difícil la tarea de escribir, y, además, ¿a quién podría interesar una narración así? Llegado a los ochenta años, aceptados por fin mis tan repetidos ruegos, se puso a la labor. No fue fácil. Redactar un texto tan largo no es sencillo. Pero lo hizo, y de qué manera.

Llama poderosamente la atención en el relato del P. Plácido la frescura con que narra los acontecimientos, la memoria fotográfica de las situaciones, de los lugares y de las diferentes geografías, así como la memoria de personas y de cariños. […]>>. Así prologa Un adolescente en la retaguardia Alfonso Pérez de Laborda, que tardó muchos años en convencer al protagonista para que recopilase y escribiese sus memorias de la guerra civil.

A Miguel, el protagonista, navarro de quince años de edad, le sorprende el estallido de la guerra en el Monasterio de El Pueyo de Barbastro (Huesca). Comienza su relato recordando <<Son las dos de la madrugada del 23 de julio de 1936 […] Ahora todo se halla sumido en el silencio, quebrado tan sólo por las toses de los veinte que descansamos en la paja, sin poder dormir. De cuando en cuando los jóvenes milicianos que nos vigilan, no como ángeles custodios, sino fusil en mano, se acercan en pareja para encender un cigarrillo. Los presos somos los monjes de El Pueyo de Barbastro, y los seis adolescentes que junto a ellos nos formamos […]>>. Son trasladados a Barbastro donde, al bajar del camión <<un hombre joven acerca la cabeza a los dos y nos dice: -No tengáis miedo, chavales; a vosotros no os pasará nada. Le debió impresionar nuestra corta edad y tal vez la cara de susto. Pero su frase ya encerraba un misterio: ¿qué ocurriría con los monjes?>>. Para dar respuesta a ese interrogante, el lector devorará las setenta páginas siguientes.

Con lenguaje ameno y sencillo, Miguel narra las penalidades de su estancia en Barbastro, su vida en la retaguardia republicana de Caspe (la pesadilla de los bombardeos, la policía secreta que se interesa por su pasado, las amistades que trabó…), su apacible estancia con la familia campesina que lo acoge como a un hijo en la retaguardia republicana de los Pirineos catalanes... hasta que lleguen allí los enfrentamientos.

Si en Los quintos del pelargón veíamos represión de un color, aquí la veremos del otro: <<Es cierto que a los pocos días, ya en septiembre, fueron ejecutadas varias mujeres, las primeras que yo sepa, en lo que se llamó <<Nuevo Cementerio>>, lugar descampado en dirección a Monzón, a donde cierta tarde nos llegamos los chicos>>. E incluso aporta datos para la memoria histórica: <<Ya quedan menos presos en la cárcel oficial, pues los que había o han sido ejecutados (unos 700 que pasaron o no por las cárceles) o han sido trasladados al Convento de las Capuchinas>>. Y habla de personas que conoció: <<Más doloroso fue lo ocurrido con Jaumet, el esposo de María, joven todavía. Un día llegaron a casa unos individuos que preguntaron por él y se lo llevaron. Yo no presencié nada, pero María quedó consternada, y aunque le decíamos que podría regresar, ella se temía lo peor>>. Si en El niño de la guerra sufríamos con los huérfanos de un bando, aquí en el capítulo Día 9 de septiembre: ¿por qué lloran los niños? lo hacemos con los inocentes del otro.

En Un adolescente en la retaguardia habría que destacar su tremenda humanidad, más que de la guerra, habla de personas que vivieron y sufrieron la guerra, y que ante situaciones tan dramáticas adoptaron actitudes tan diferentes. Está escrito sin odios  hacia nadie, con el corazón, porque <<Dentro del corazón guardo a todos los hombres>>.


 
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