Un poco de Historia... y un poco de todo
   
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  El Esbirro
 


El Esbirro

Sergei Kourdakov

Ed. Palabra, S.A., 314 págs.

Madrid, 2007

ISBN: 8482396676



<<¿Por qué estaba yo allí, en esa fría mañana del 4 de septiembre de 1971, tan cerca de la muerte y lejos de mi hogar? ¿Por qué había abandonado la vida de Oficial de la marina y de Jefe de las Juventudes Comunistas de la URSS, para venir a caer aquí en el umbral de la muerte, en estas costas rocosas y hostiles del Canadá? Todo había comenzado mucho tiempo antes, en Rusia, con mi abuelo y mi abuela…>>

 

Sergei Kourdakov nació en Rusia en 1951 y narra en esta obra su accidentada vida desde su nacimiento hasta su huida a Canadá. Al llegar a este país hizo planes para dirigirse a la juventud rusa a través de la radio pero cuando estaba a punto de comenzar esas emisiones murió de un disparo. En principio se difundió la idea de que se había suicidado. Luego se dictaminó que había sido un accidente. Pero Sergei, que se sentía amenazado, ya había advertido que si le sucedía algo “tendría toda la pinta de un accidente”.

 

Pocos libros, tan desconocidos para el gran público, pueden presumir con llegar a su decimoséptima edición. El Esbirro puede ser una estupenda forma de combatir el tedio y el aburrimiento de estos calurosos meses de verano. No es necesario buscar novelas de mayor o menor contenido histórico o emocional, no es preciso recurrir a 007 o a otros ficticios agentes secretos. En El Esbirro tenemos una apasionante biografía, en la que el protagonista Sergei nos cuenta en primera persona su vida y recuerdos, comenzando por lo que conoció de sus abuelos y padres, hasta quedar huérfano, ingresar en un orfanato y ascender dentro de las filas de la Liga Comunista soviética, entrar en la Armada soviética y, después, ingresar en la policía secreta soviética, en la que desempeñaba misiones muy “especiales” y muy bien pagadas… A pesar de su prometedor futuro dentro del Partido Comunista… <<me determiné a abandonar Rusia. Lo único que sé que es que estaba profundamente desilusionado y era desesperadamente infeliz (…)>>

 

El Esbirro es una autobiografía que, por otra parte, nos puede ayudar a comprender que detrás de decisiones que en su momento se consideraron como meramente “políticas” existen personas concretas que sufren las consecuencias. Detrás de las decisiones “políticas” de la dictadura castrista o del genocida ruandés Paul Kagame -bien recibido por el Ministro Moratinos en Madrid el 16 de julio de 2010-, se encuentra el sufrimiento y muerte de miles de personas concretas. Sergei nos cuenta en primera persona cómo afectó el régimen comunista a tres generaciones de su familia, comenzando por sus abuelos:

 

<<En 1928, Stalin puso en marcha su programa de colectivización y emprendió una lucha encarnizada contra los granjeros y kulaks, propietarios de tierras. Aquello fue el imperio del terror, el más espantoso que hasta aquel momento había conocido el siglo XX. Comisionados del ejército se presentaban si más en las granjas, apuntaban con una pistola a los propietarios y confiscaban todos los alimentos y todas las cosechas, dejando que los campesinos y sus familias murieran de hambre. Fue la primera vez que en el mundo se provocaba un hambre deliberadamente prevista por los hombres; murieron de inanición millones de seres humanos, porque se resistían a abandonar sus propiedades y su género de vida. Por esa misma época Stalin aumentó las exportaciones y vendió leche, trigo y queso al extranjero. Más de un millón de niños murieron de desnutrición.

Y en 1928 los comunistas la emprendieron con mi abuelo. Un funcionario comunista de la localidad llegó un día a la granja, le apuntó con la pistola y le dio la orden siguiente: <<Entrégame todos tus bienes y las cosechas>>. Aquel hombre era un borracho y un miserable que no había trabajado en su vida. Ordenó a sus hombres que lo registraran todo e incluso que removieran la tierra para buscar el trigo que pudiera haber escondido.

(…) Mi abuelo fue inmediatamente apresado y enviado a un campo especial de trabajos forzados en Siberia, donde estuvo nueve años, de 1928 a 1937. Jamás volvió a ver a mi abuela. Ella fue internada en un campo de mujeres y allí murió. (…)

En octubre de 1937 fue transferido a un campo de explotación forestal, a orillas del río Chulyrn, en Siberia. Tenía que transportar troncos desde el río hasta el ferrocarril de vía estrecha. Un día que las máquinas se habían averiado, mi abuelo cargó con un tronco enorme y lo llevó hasta el vagón. El esfuerzo brutal que hizo le rompió las espaldas y los músculos abdominales. Murió al muy poco tiempo. >>

 
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