“Todo el que se propone retratar costumbres, hace historia.”
“¿Y no es acaso esta historia contemporánea,
esta historia de lo que ayer mismo pasó en torno nuestro,
más fácil que la historia de tiempos remotos?”
(M. de Unamuno. Por tierras de Portugal y España.
Espasa Calpe. Madrid, 1976, p. 106)
Antonio Reyes Huertas nació en Campanario (Badajoz) en 1887. Escritor perteneciente al Modernismo fue un profundo conocedor del paisaje y el alma extremeña. Fue director y fundador de varios diarios y revistas en Extremadura: El Noticiero Extremeño (Badajoz, 1911), Pueblo Extremeño (Badajoz, 1915), La Defensa (Málaga, 1926), Extremadura (Cáceres, 1928), Hoy (Cáceres, 1937), Extremadura Cristiana (1908), Acción Social (1909), La Región (1922), escribiendo en otros tantos diarios de España y América, siendo estas colaboraciones -fundamentalmente en artículos, cuentos y estampas campesinas- sus páginas más atractivas, sentidas y nobles.
Todas sus novelas, La Sangre de la Raza (1919), Agua de Turbión (1924), Fuente Serena (1925), Mirta (1945), La Casa de Arbel (1952), La Canción de la Aldea (1952) y tantas otras, son cánticos recios de las tierras y hombres extremeños que constituyen un modelo de auténtico valor literario y social.
La faceta más fecunda de su obra literaria la constituyen las Estampas Campesinas, unas tres mil, que suponen el fiel retrato de un costumbrismo auténtico como exaltación de su tierra, sus gentes y sus costumbres. Sorprende que un escritor tan prolífico resulte ser un gran desconocido para amplios sectores de la sociedad extremeña.
Falleció en Campos del Ortiga en 1952.
Estampas Campesinas Extremeñas, es especialmente interesante no sólo desde el punto de vista literario sino histórico y social, ya que describe con un realismo indecible las dificultades y conflictos que atraviesa el campo extremeño en el periodo final de la Dictadura de Primo de Rivera y a lo largo de la Segunda República -el último artículo de esta obra está fechado en junio de 1936- y que van dejando entrever el conflicto que se avecina y que, por parte del autor, se desea evitar. El primer piropo, Una noche en la era, El “Hablativo”… son algunos de los capítulos que muestran la sociedad extremeña del momento, con su dureza pero también con su sencillez y encanto, dejando entrever la belleza del campo extremeño y los conflictos que en él subyacen: la lucha de clases, los agitadores políticos que incitan al odio, la reforma agraria y el problema de la tierra, el tradicional debate entre los defensores de la agricultura y los partidarios de la ganadería, la ocupación de fincas por los yunteros…
<< (…) Como voy abstraído en esto no me doy cuenta de que está junto a mí el guarda de lo que fue Sindicato.
- ¿Adónde va uste? - me pregunta
- ¿Adónde voy a ir? A mi casa.
- ¿A su casa?... Vuélvase para atrás. Nadie está allí. ¿No lo sabe usted?
Parece que se me ha subido el corazón a los ojos y ahora me doy cuenta de que están las ventanas cerradas, que nada el silencio en el olivar, que está desierta la vega del río y la parra como vencida y volcada en su propio toldo.
-Vinieron anoche y asaltaron los huelguistas la casa. Mataron las mulas y las vacas, destrozaron bastantes árboles y la familia tuvo que huir a la ciudad como han huido todos los que moraban en sus cortijos. ¿Pero no ha visto usted lo solos que están los campos?...
Ahora comprendo la hurañía de Agustín. Agustín ha sido uno de los huelguistas y los huelguistas han odiado, sin saber por qué esto que era campo y hogar.
(…) >> (Sin campo ni hogar, publicado en “La Estrella de Mar”, 8 de julio de 1933)
<<Y cuando se va don Nicanor queda en el cortijo un aire de tragedia invadiéndolo todo. Hay preocupaciones en los semblantes. Hasta en el de don Rafael, dado a preferir los aspectos agradables de la vida, hay un ceño y una arruga que deja adivinar lo sombrío de sus pensamientos.
- ¿Ves, Rafael, ves cómo es verdad lo que anunciaba don Nicanor? Ahí vienen unos cuantos y traen las hachas en la mano.
Don Rafael a la primera impresión también siente un escalofrío que le sube de los pies a la cabeza.
- ¿Con hachas has dicho?
- Con hachas. Y con unas caras que meten miedo.
- Pero habrá que salir a ver qué es eso y a qué vienen así.
Se abrazan a don Rafael las mujeres disuadiéndole de lo que reputan locura. ¿A qué va a salir, a que le corten la cabeza como dicen estas gentes y recomiendan los “ablativos” de sus sociedades? Antes, al contrario, hay que cerrar las puertas y encomendarse a Dios y a ver si se puede avisar a la Guardia Civil del puesto más próximo. Ni siquiera se consiente que salga el guarda, que también ha sido contagiado del pánico general.
En tanto los campesinos se han subido a unas encinas que tiene cerca de la casa en un cercado don Rafael. Y los moradores del cortijo atisban por entre los resquicios de las ventanas cerradas esta operación (…)>> (Mañana de diciembre, publicado en “Trabajo”, 28 de diciembre de 1935)